Durante los primeros años, el desarrollo de los menores requiere la adquisición de nuevas y diversas habilidades de tipo motriz, sensorial y social. Hitos importantes en este desarrollo son el control postural, el gateo o los primeros pasos, interactuar con otras personas (sonreir, mirar y mantener la mirada, etc.) y las primeras palabras.
Este desarrollo se inicia desde el embarazo, siendo un proceso muy complejo, ligado a la evolución del sistema nervioso, pero muy influido por las condiciones del entorno. Dicho proceso resultará más o menos exitoso en función de las características biológicas del menor, las actuaciones de sus cuidadores principales y las experiencias que tenga con su ambiente.
De este modo, el correcto desarrollo desde el nacimiento hasta los seis años se encuentra muy condicionado por factores biológicos (genéticos o enfermedades) y psicosociales que interactúan entre sí. Cualquier alteración en alguno de ellos puede provocar retrasos en el desarrollo e incluso llevar a una situación de trastorno de diferentes tipos: cognitivo, motriz, sensorial, emocional, del lenguaje, de la conducta, e incluso un trastorno generalizado en el desarrollo.