Una vez superada la adolescencia se entra en la fase de juventud. Los jóvenes se encuentran entre los 17 y los 21 años de edad, cuando ya disponen de un amplio repertorio de actitudes, valores y hábitos que han adquirido durante los años. La principal diferencia en estos momentos es que ya cuentan con suficientes experiencias usando sus habilidades.
Cuando se desenvuelven de manera exitosa empleando estas actitudes y habilidades adquiridas, se afianzan. Pero si las consecuencias de actuar de acuerdo a tales valores les resultan desagradables o fracasan, se los replantean y se sienten confusos y, en muchos casos, generan grandes momentos de ansiedad y estrés.
Normalmente, aparentan haber adquirido seguridad y confianza en sí mismos pero, a menudo, presentan importantes episodios de malestar emocional, sintiendo ira, tristeza o mucha ansiedad.
El riesgo de que se consoliden en estos momentos determinados comportamientos inadecuados es elevado: consumo de sustancias, adicciones, agresiones verbales o físicas hacia otros o hacia a sí mismos, problemas con la alimentación, aislamiento social, etc. Cuando esto sucede, se produce un progresivo deterioro de su autoestima y un empeoramiento de su calidad de vida.
En estos casos, sienten que están viviendo mal y pueden considerar la posibilidad de recibir ayuda de un profesional de la Psicología.